“The Ugly Duckling”: Torren Martyn y una tabla extraña que vuela por Sumatra

The Ugly Duckling

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Si hablamos de surf con estilo, hay un nombre que flota suave sobre el line up: Torren Martyn. Esta vez vuelve a escena con “The Ugly Duckling”, una película distinta, íntima y tan elegante como su surfing.

La historia no arranca en una ola, sino en un velero: el “Calypte”, una embarcación de 10,6 metros que Torren y su compañera Aiyana Powell pusieron a prueba en un viaje por el estrecho de Malaca rumbo a las costas salvajes de Sumatra.

¿El detalle que lo cambia todo? Para completar el viaje, se unió a la tripulación la navegante y cineasta Kelly Foote, que además de ayudar a pilotar el barco, comenzó a grabar… y así surgió “El Patito Feo”.

Una tabla extraña, una conexión real

¿Y el nombre? Viene de la tabla, claro. Torren y su shaper de confianza, Simon Jones (el mago detrás de Need Essentials), llevaban tiempo desarrollando una twin fin radicalmente distinta, diseñada para los arrecifes poco profundos y atolones afilados del Índico.

Durante el viaje, entre pruebas, ajustes y reef breaks solitarios, esa tabla diferente cobró vida. Rara a la vista, pero con una línea y sensibilidad que solo se entienden cuando la ves deslizar. Así nació “The Ugly Duckling” —ese “patito feo” que vuela donde otras se quedan cortas.

Surf con alma, sin prisa y con intención

Más que una peli de surf, esto es un surfari a vela, una meditación sobre el viaje, el diseño y la conexión que puede existir entre un surfer y su tabla. Torren no busca clips virales. Busca sentido. La historia que cuenta Kelly Foote es auténtica, sencilla y brutalmente hermosa.

Y como siempre, Torren fluye. Sus giros, sus líneas, su estilo… parecen sacados de otro tiempo, uno en el que surfear era más sobre sensaciones que sobre cifras. Y eso, justo eso, es lo que transmite “El Patito Feo”.

Una historia sobre diseño honesto, surf con corazón y ese tipo de viaje que no se mide en likes, sino en conexión real.

No es otro surf edit. Es una película con alma. Y sí, merece la pena.

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