Explorando slab legendarios, orcas en el line up y point breaks vacíos: la magia del surf canadiense está más viva que nunca.
Un slab seco y perfecto para abrir el viaje
Todo comenzó como se empiezan los buenos viajes de surf en Canadá: con previsión, paciencia… y una lancha rápida. El equipo, formado por Pete Devries, Reed Platenius y Curtis Parker, zarpó con destino a los márgenes más crudos de Vancouver Island. Primera parada: el slab más temido y famoso de la región. Una ola que rompe sobre un reef casi seco, donde cada toma es oro o sangre.
Mientras Pete y Reed se metieron directo al pocket, encajando secciones imposibles, Curtis fue más selectivo y terminó llevándose la ola del día. Una sesión como las que se sueñan después de pasar meses viendo borrascas en los partes.
Vidrio, líneas perfectas y una visita inesperada
El segundo día empezó con un regalo raro: mar plano, sin viento y glassy como un espejo. Las olas llegaban largas y bien marcadas por el point. Suficiente push para mantener el ánimo por las nubes. Y entonces, apareció.
Una orca cruzó el lineup. Lenta, tranquila, majestuosa. Un momento surrealista que congeló el agua y las conversaciones. Canadá en estado puro.

Una derecha secreta que lo tenía todo
El último día fue la guinda: una derecha remota, de esas que rara vez rompen bien… y que casi nunca están vacías. Pero esa mañana, lo estaban todo. Bajo un cielo azul inmaculado, la ola rugía como una versión corta y gélida de J-Bay: rápida, con ritmo, perfecta para carvings encadenados.
Surfear ese point en solitario, bajo el sol, fue como encontrar un tesoro. Sin crowd. Sin ruido. Solo surfing del bueno y la certeza de que valió la pena cada minuto invertido en llegar hasta allí.
Una oda al surf de aventura
Gracias al acceso en barco proporcionado por Nootka Wilderness Lodge, el crew surcó zonas vírgenes, difíciles de alcanzar y aún más complicadas de surfear. Estas sesiones son las que definen la cultura surf en Vancouver Island: salvaje, silenciosa y profundamente auténtica.
Una experiencia que se queda contigo. Un recordatorio de por qué, a veces, hay que dejarlo todo e ir en busca de esa ola perfecta, aunque te congeles en el intento.
Fotos: Marcus Paladino